La mirada, perdida, indagando
un pasado que no les pertenece
porque borrado fue de la faz
de sus días.
Ahora, no hay más, que un presente
dibujado en sus manos.
Y gira el Sol, la Luna y todo
el firmamento en una fiel rutina
de fecha y calendario.
El día ha clareado en torno a la
liturgia de cumplir la jornada.
Otros brazos esperan, silenciosos,
el ritmo de las horas con aciertos
y fallos, con paciencia y renuncia,
con fuerzas o sin ellas
a que el día termine.
Hablarán de los hijos, hermanos,
de nietos con sus risas
y frescas primaveras.
A veces será inútil la contienda
emprendida, porque ya
nada saben de esos nombres
con sabor a familia
que tanto disfrutaron.
Su vida es ahora, el paseo cotidiano,
una sopa caliente que decora la mesa,
esa fruta temprana que al paladar
regala su jugo y su presencia.
Y llegará la tarde con su pasar
de horas acercando la noche.
Y pasará otro día con el cansancio
triste de quien sustenta
el ansia de verlos renacer
Y todo es vano esfuerzo.
Esa nueva memoria estancada quedó,
quién sabe dónde y cuándo.
Y sólo con cariño, con atención y abrazo,
con ternura infinita
los haremos más niños, más dulces,
más risueños acaso, para alcanzar
tan sólo, el descanso anhelado.
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