EL MANTELETE
Parapeto de fortificación antigua y, como durante años,
centro comercial, típico y entrañable
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Ya su nombre por sí mismo alerta mi sangre
no sólo de poeta, también de ciudadano;
nombre afín a tiempo y cruzadas militares
como ingenio de parapeto en los asaltos.
Cierro los ojos y me vienen en la tarde
episodios de lucha sabiamente historiados;
cierro los ojos y acuden a mí lances
correrías y defensas entre moros y cristianos.
Plumas de buen decir en columnas brillantes
ejemplarizan cabalmente los relatos;
voces de equilibrio y justeza y prosa elegante
en su amor a temas bélicos y halos romáticos.
Y así para estas líneas de mi trovar errante
bebí de poetas y de verbos diáfanos;
y bebo de magisterios y celos castos
que son espíritu y aliento mis únicos afanes.
Queden, pues, para los cultos altares
tales momentos, líneas con los cánones clásicos;
que ahora sólo me mueven para el canto
un MANTELETE de civiles y comerciantes aires.
¡Náufrago soy!¡Pena y dolor, mis ases!
¡Cuán distinto este MANTELETE al del pasado,
náufrago también él de difíciles años!
¡Triste MANTELETE, sumido en sus soledades!
"¿Qué fueros de tu ajetreo entrañable,
clientes de la Ciudad y visitantes foráneos?
¿Qué fueron de tus primicias seculares
vender y chalanear, regateos y precios de saldos?"
Mientras caminos, acuden los contrastes
decadencia de un MANTELETE en horas bajas
y extraño;
un MANTELETE falto de sus motivos peculiares:
alegría y color, exotismo y animación de antaño.
Acelero mi andar y con cuerpo y alma en trances
ésta, más rota; aquél, más cabizbajo;
he de buscar el alivio, la paz, el bálsamo
los antídotos crecusculares:
visión de muelles y aguas del vecino Mediterráneo.